16 DE ENERO DE 2018

[ARCHIVO] Pdta. con el Papa Francisco: “No olvidamos a la Iglesia comprometida con los DD.HH, con las libertades públicas, con los derechos sociales”

► Durante su intervención en la ceremonia del Patio de Los Naranjos de La Moneda, la Jefa de Estado destacó: "Somos una sociedad madura, que valora su democracia y que, hoy más que nunca, está consciente de sus oportunidades, de sus carencias y desafíos para ser desarrollada, para tener una convivencia enriquecedora y pacífica y abrirse a la diversidad del mundo". 

“Bienvenido Papa Francisco:

Hoy hacemos mucho más que abrirle las puertas de La Moneda; hoy le abrimos las puertas de Chile a un amigo.

Por eso que estamos alegres, y los hombres y mujeres de esta tierra quieren reunirse en comunidad.

Usted conoce Chile, vivió aquí una época de su vida. Sabe que es un país hermoso y privilegiado, no sólo por su naturaleza, sino especialmente por sus habitantes.

Somos gente esforzada y amigable. Tenemos fortaleza frente a la adversidad y tesón para los desafíos; somos solidarios ante las dificultades

Somos un país con un fuerte sentido de nación, conscientes de la trayectoria histórica que hemos empujado entre todos para llegar hasta aquí.

Estamos orgullosos de lo que hemos construido juntos, estamos orgullosos de los obstáculos y tragedias que hemos superado, estamos esperanzados de lo que nos depara el futuro.

Somos una sociedad madura, que valora su democracia y que, hoy más que nunca, está consciente de sus oportunidades, de sus carencias y desafíos para ser desarrollada, para tener una convivencia enriquecedora y pacífica y abrirse a la diversidad del mundo.

Somos una sociedad que mira sus desafíos de frente y quiere dialogar sobre ellos, quiere hacerlo a partir de valores humanos sólidos, con respeto y voluntad de encuentro.

Queremos poner a las personas, a todas ellas, a sus temores y esperanzas, a sus esfuerzos cotidianos y su dignidad, a su igualdad y diversidad, como motor y objetivo de nuestro desarrollo.

Por eso, Papa Francisco, su visita nos hace bien.

Nos hace bien detener nuestra marcha –a veces demasiado acelerada– para mirar al otro, mirar hacia adelante, escuchar, conversar, reflexionar sobre lo que somos, sobre lo que hacemos, sobre lo que queremos.

Seamos o no chilenos, seamos o no hermanos en una misma fe, todos los habitantes de esta tierra cabemos en este encuentro y en este diálogo y nos enriquecemos con él.

Es esa amistad, cara a cara, es ese estímulo al diálogo, la que trae el Papa Francisco.

Las suyas son las palabras sabias y siempre vigentes de la paz, de la tolerancia y la solidaridad.

Su mensaje es la defensa de la unidad y de la fraternidad.

Su acción es tranquila y humilde, pero, al mismo tiempo, sin temor a enfrentar y nombrar la injusticia, la desigualdad, la ignorancia y el egoísmo.

Por eso quiero decirle, Papa Francisco, que lo recibimos con mucho ánimo y esperanza.

Y no me cabe duda que así se lo harán sentir los miles y miles que lo acompañarán en Santiago, Temuco e Iquique. En cada Iglesia, ruta y barrio, se revelará un Chile efervescente, orgulloso de tener en sus manos la llave de su propio destino.

Hace treinta años nos visitaba el Papa Juan Pablo II. Lo hacía en medio de la ansiedad que sentíamos por dar a conocer la realidad de un país herido. Necesitábamos que los ojos del mundo nos acompañaran, que nos ayudaran a superar la falta de libertad. Y esa voz esperanzadora llegó y contribuyó a que nuestro país volviera a reencontrarse años después.

Qué bueno poder decirle que hoy Chile es otro.

Por encima de nuestras diferencias, hemos transitado caminos de encuentro y justicia; hemos empujado juntos el desarrollo, y hemos construido condiciones de dignidad y bienestar para millones de compatriotas.

Y ha sido posible porque hemos fortalecido, entre todos, nuestra democracia, con más tolerancia, con más libertades y con más transparencia, viendo a las personas como ciudadanos y no como consumidores, tal como usted ha enseñado.

También hemos conquistado importantes libertades y derechos en educación, en salud, en vivienda. Hemos protegido nuestra naturaleza, para hacer sostenible nuestra vida en el hogar común que habitamos. Y lo hemos hecho porque creemos que el desarrollo y el crecimiento no son fines en sí mismos, sino que son instrumentos para tener vidas más dignas, con más capacidades, más bienestar y mejor convivencia.

Así pues, en los treinta años desde la visita de Juan Pablo II hemos pasado del dolor a la esperanza, de la división al encuentro, del temor a la confianza. Aunque, a decir verdad, tengo que confesar que son hartos desconfiados los chilenos. Pero, en este clima, mucho más confianza.

Pero nuestro orgullo de chilenos es humilde. Sabemos que lo avanzado debe ser sostenido y defendido, que tenemos deudas pendientes como sociedad y que nuevos desafíos vienen a probar nuestras fuerzas.

Debemos superar las desigualdades que aún nos atraviesan, asegurar el bienestar de todos y todas, debemos fortalecer nuestra cultura de la solidaridad, exigirle más a nuestra ética cívica, política y económica, debemos acoger mejor nuestras diversidades.

Y ese Chile también estará presente en su visita, el país que entre todos debemos seguir mejorando.

Entre los más necesitados, entre quienes están privados de libertad, en el mundo rural;

En lo que falta y lo que se ha podido hacer junto al Obispo de Temuco, para empezar a saldar la deuda con el pueblo mapuche;

En la profunda transformación que estamos impulsando para terminar con la vergüenza que sentimos como sociedad, ante la vulnerabilidad de parte de nuestra infancia;

En la realidad compleja de las migraciones, donde estamos buscando respuestas acordes con el reto de acoger en forma ordenada y garantizando dignidad a las familias que buscan realizar sus sueños en Chile.

El nuevo Chile también está en el difícil pero estimulante desafío de combinar creación de empleo, riqueza y respeto del entorno natural, en la línea de su Carta Encíclica “Laudato Si”, sobre clima y medio ambiente.

Éstos son los múltiples desafíos del nuevo Chile, que tenemos el deber de saber interpretar, acoger, pero, sobre todo, al que debemos dar las respuestas que se necesitan.

Son muchas las tareas y sabemos que podemos trabajar juntos.

Tenerlo entre nosotros, Papa Francisco, un líder espiritual para tantos habitantes de nuestro país, a un hermano en la fe de Alberto Hurtado y a un amante de la verdad, es un privilegio y un genuino estímulo para seguir en la ruta de mayor justicia y bienestar que demandan los ciudadanos.

Y es un acto de agradecimiento, porque no olvidamos la mediación papal que evitó una guerra absurda. No olvidamos a la Iglesia comprometida con los derechos humanos, con las libertades públicas, con los derechos sociales.

No olvidamos a aquellos miembros de la Iglesia Católica que incluso entregaron su vida por proteger a quienes eran perseguidos en nuestro país.

Tenemos la certeza que cardenales, obispos y sacerdotes chilenos, inspirados por usted y comprometidos con su misión pastoral, seguirán aportando al desarrollo nacional, sobre la base del amor, la palabra esperanzadora y de respeto que requiere nuestra sociedad.

Esperamos que su visita, así como es un regalo para nosotros, sea un momento de alegría para usted, por el cariño y el compromiso de chilenas y chilenos que irán a su encuentro, por nuestros paisajes, por nuestros alimentos sabrosos y nuestros valores culturales.

Bienvenido Papa Francisco. Chile, nuestro hogar, está abierto para nuestro amigo.

Muchas gracias”.