11 DE SEPTIEMBRE DE 2014

Discurso de la Presidenta Bachelet en ceremonia de homenaje a Salvador Allende

A 41 años del Golpe Militar y en homenaje al ex Presidente Salvador Allende y sus colaboradores se realizó en el Palacio de La Moneda una ceremonia encabezada por la Presidenta Michelle Bachelet. Este fue su discurso.

Amigas y amigos:

Hoy el viento de Septiembre estremece nuestra memoria. Hoy las imágenes actuales de este Palacio, símbolo de la República y la democracia, se superponen con las imágenes que entre estos mismos muros se vivieron hace 41 años.

Y estas paredes, estos patios y los pasillos son testigos y testimonio de nuestra historia reciente con su dolor, con su brutalidad, pero también con la dignidad de quienes supieron resistir hasta el último aliento, la afrenta que quiso borrar la democracia de nuestra patria.

Desde aquí, Salvador Allende y sus colaboradores que cayeron con él, honrando su lealtad, nos miran y nos advierten, “el compromiso con Chile y su gente es un valor ético que no acepta dudas ni desalientos”.

A ellos y a todos aquellos que sufrieron en nombre de ese compromiso con una patria para todos, los recordamos en esta casa que es testigo de la historia de Chile.

Hoy, nuevamente en democracia, Chile no ha perdido la memoria, Chile no ha olvidado a sus hijos perseguidos, a sus hijos exiliados, a sus hijos ejecutados, a sus hijos detenidos desaparecidos. Chile no ha olvidado a quienes mantuvieron viva la esperanza de un país libre, quienes se negaron a ver en su hermano un enemigo, quienes resistieron a la violencia de Estado, quienes alzaron la voz con valentía, a pesar de cualquier miedo.

Chile no ha olvidado la larga lucha por la democracia, no ha olvidado la gesta de un país entero para devolver el Estado a su sitio, el Parlamento a su sitio, la República a su sitio, este Palacio a su propósito y los derechos a cada hombre y mujer de nuestra Patria. Y Chile no ha olvidado tampoco aquellas heridas que siguen doliendo.

Por eso tenemos un compromiso con la verdad, con la justicia y con la reparación.

Durante mi primer mandato como Presidenta de la República dimos pasos importantes para hacer del respeto por los derechos fundamentales de todos y de todas, una realidad palpable, cotidiana, una lucha de cada día.

Creamos el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, para hacer posible un relato compartido sobre las atrocidades cometidas en Chile durante la dictadura. Y gracias a la labor del Museo, y de muchas iniciativas de la sociedad civil, hoy son muy pocos los que cuestionan la verdad de lo ocurrido en esos años y las nuevas generaciones pueden conocer lo que sucedió y comprender mejor los duros años transcurridos entre 1973 y 1990.

Y también, desde el año 2010 el Instituto de Derechos Humanos se ha convertido en una institución respetada, reconocida y relevante en ese ámbito. Su independencia es central para instalar y validar el respeto de los derechos de las personas, como eje central de la sociedad democrática.

Pero asimismo sabemos que es mucho aún lo que queda por hacer. Debemos fortalecer, resguardar y mejorar la institucionalidad que hemos construido en estos años; debemos ser capaces de asumir que toda política pública parte por un enfoque de derechos; debemos entender que el mundo cambia y con ese cambio emergen derechos de nuevo tipo; debemos saldar la deuda que tenemos en materia de derechos de los pueblos indígenas y avanzar en materia de derechos de las mujeres, de los niños, de las niñas y adolescentes, de las personas mayores y la diversidad sexual.

Durante este Gobierno vamos a enfrentar las tareas que corresponden al Estado para proteger, cautelar y garantizar el acceso de las personas a esos derechos.

Se trata de fortalecer, resguardar y mejorar la institucionalidad que hemos construido en estos años, y esa es la razón por la que crearemos la Subsecretaría de Derechos Humanos, con los recursos y el personal necesarios para ejercer su tarea y reforzaremos también el Instituto de Derechos Humanos, para que tenga presencia regional, a partir del año 2015.

Adicionalmente, impulsaremos una nueva normativa que aplique los principios y tratados internacionales, y desarrollaremos planes de educación y memoria histórica que amplíen, den profundidad y proyección a actividades como éstas, para que el “Nunca más” sea una realidad que genere conciencia y cuidado entre los chilenos y chilenas.

Ese es el sentido que hemos llamado a una política integral y explícita de los derechos humanos. Y esa política considera, por supuesto, la necesidad urgente de avanzar en verdad y justicia y perfeccionar los mecanismos de reparación.

Han pasado 41 años, y los testigos, los sobrevivientes, las víctimas que salvaron con vida y los propios victimarios y sus cómplices, son hoy personas mayores. Muchos han muerto a la espera de la justicia, muchos han muerto guardando silencio. Basta ya de esperas dolorosas y de silencios injustificados.

Lo he dicho estos días y lo repito hoy: es el momento de hermanarnos en la verdad. Y para ello es fundamental que quienes tienen información relevante, sean civiles o militares, la entreguen.

Amigas y amigos:

El 11 de Septiembre es sinónimo de dolor y de pérdida para nuestra sociedad completa. Es la fecha que nos recuerda divisiones terribles entre los compatriotas, nos recuerda aquello que no queremos nunca más, pero el 11 de Septiembre es también la fecha que nos recuerda la historia y el valor de la democracia que hemos construido juntos. Nos recuerda que nada ha sido en vano, porque hemos sido capaces de construir, tras esta amarga experiencia, una cultura de paz, una cultura de respeto a la diferencia y de valoración por la diversidad y el diálogo.

Hoy, que en este edificio sentimos viva la memoria de nuestra patria, reivindicamos los aprendizajes de esa memoria, para que lo ocurrido nunca más suceda y para que el orden constitucional y soberano de nuestra patria nunca más sea puesta en entredicho.

Sabemos que nuestra democracia tiene tareas pendientes, estamos haciéndonos cargo de ella, porque nuestros aprendizajes históricos nos empujan a mirar hacia adelante, perfeccionando las instituciones que rigen nuestra vida común.

Nuestra memoria no es un lastre que nos ancla al pasado, sino el motor de nuestra responsabilidad con el presente y el futuro.

Por eso hemos consagrado el derecho de todos nuestros connacionales, en Chile y en el extranjero, a votar en las elecciones presidenciales de su patria. Y hoy tenemos la oportunidad histórica de terminar con un sistema electoral que limita la representación de nuestra diversidad y es un obstáculo a la construcción de una comunidad pública realmente moderna.

Por eso también estamos proponiendo avanzar hacia una nueva Constitución, que amplíe nuestros derechos fundamentales y nuestros espacios de participación.

Sí, tenemos mucho que hacer para perfeccionar nuestra democracia. Aun así, esta democracia que hoy nos permite reunirnos en libertad y reivindicar nuestra historia, es nuestro bien más preciado como sociedad. No es sólo por lo mucho que nos costó recuperarla. La democracia es nuestro mayor capital, porque en ella el Estado está al servicio del pueblo y no en su contra.

La democracia es la plataforma principal de nuestro desarrollo, porque sólo dentro de sus fronteras son posibles la participación, la libertad, el valor de las voces ciudadanas, sean mayorías o minorías, la no discriminación y el imperio de la ley.

Es nuestra construcción más preciada, porque es nuestra garantía de que somos capaces de resolver nuestras diferencias en el marco del respeto, los derechos y la paz.

Y quiero decirlo con claridad: no estamos dispuestos a permitir que esa cultura de respeto, de derechos y de paz que hoy reivindicamos, que nos pertenece a todos y todas, sea atropellada, abusada o menospreciada por nadie.

Si hay una lección aprendida para todos tras el golpe militar de 1973, es que en Chile no hay ni puede haber espacio para la violencia. Condenamos la violencia en todas sus formas y reivindicamos la vocación de nuestro país de vivir en paz y tranquilidad, porque en Chile no puede ni hay espacio alguno para el miedo o el temor.

Es precisamente gracias a la memoria, con sus cicatrices y con su luminosa persistencia, que sabemos que la fortaleza de nuestra democracia es un patrimonio común, que a cada uno de nosotros y nosotras le corresponde cuidar.

Y si un día como estos repetimos nuestra condena más absoluta a todo hecho que desprecie la vida humana, es porque conocemos demasiado bien el supremo valor de la existencia y la dignidad de cada compatriota sobre nuestra tierra.

Queridos compatriotas:

Como cada 11 de Septiembre, los vientos de la historia remecen nuestro corazón y nuestra conciencia, pero cada uno de esos recuerdos es también una semilla de futuro. Cada recuerdo es una razón para comprometernos con nuestro presente, para asumir las reformas y tareas que Chile demanda y para compartir, sin exclusiones, en paz, aquellas anchas alamedas que el Presidente Allende anunció y que todos estamos haciendo realidad hoy, una realidad que Víctor Jara llamaba “la primavera que todos vamos construyendo a diario”.

Muchas gracias.